viernes, 17 de septiembre de 2010

Cuesta tanto reconocer que una se equivocó, que al admitirlo una se siente estúpida: todo el mundo lo veía, todo el mundo lo sabía, todo el mundo, menos yo; quizás me movía la esperanza de que las cosas cambiaran, de que todo se arreglara y esa esperanza me impidió ver lo que realmente pasaba, eso que todo el mundo parecía ver e intentaba hacer que yo viera... pero sí, llegó el día en que mis ojos se abrieron de otra manera y ya no estaba cegada por esa ilusión, mis ilusiones habían cambiado; mi objetivo: ser fuerte... Ser fuerte para poder decir que NO cuando volvieras a mí, ser fuerte para recordar los momentos malos cuando regresaras, ser fuerte para recordar todas las lágrimas derramadas por tí cuando aparezcas otra vez como si nada, ser fuerte para no volver a ser débil. No va a ser fácil, pero cada día me doy cuenta de que cada vez hay menos cosas fáciles, o quizás es que yo siempre escojo el camino difícil. Quiero pensar que tú no eras lo mejor para mí, que simplemente eras una parte de mi camino, un camino difícil de tomar, ya te olvidé.
Vuelvo siempre como un perro fiel a ti. Me levantas y me tiras, me rebotas, me castigas, me perdonas, me golpeas, me acaricias, me rechazas y me abrigas. Discutimos, porque en todo quieres tu tener razón, nos buscamos y ninguno quiere ser el primero en pedir perdón; y seguimos remediando, construyendo, destrozando, comprendiendo, ocultando, ofreciendo y quitando. Y aunque todo lo que quiero de la vida es ser feliz, ya no puedo vivir, no puedo seguir ni contigo ni sin ti, ya no puedo cambiar, ni volver hacia atrás, me quedo aquí.
Después de una noche entre caricias, risas y algún que otro abrazo. Lo siento, me tengo que ir. Quería contarte que es muy fuerte esto que siento y tú no sientes. Tengo el tiempo entre los dientes para ti. Quería decirte como te he dicho otras veces que pase lo que pase estoy aquí.
Tal vez, nunca he sido lo que tú esperabas. Pero tú tampoco has sido lo que yo imaginé.
Lo siento.

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